Mañana por fin se acaba mi curso de cosa musical. No he tenido tiempo para nada más y aunque me enojó ser por unos días como los músicos -que me caen gordos y algunos otros lo están- que solo hablan de música porque solo son músicos y no existe nadamás que "su obra", fue maravilloso.
Contra mis prejuicios, tuve que aceptar que el problema de la creación musical no está en la materia sonora como tal, sino en los procesos y conocimientos previos. Un compositor de mi clase hizo el análisis más divertido e interesante de su propia obra, a la que terminó aplicando técnicas corte y confección y modificandole de pe a pa.
La obra de Murmullos de Páramo superó por mucho mis espectativas. De los pocos eventos del Festival de Música y escena que trajeron, fué el único que no representó o "escenificó" algo y lo musicalizó. Logró hacer de cada sonido, con cada movimiento y textura la consecuencia de las sonoridades requeridas, dejando todavía gran campo a la memoria auditiva de cada uno. Que a final de cuentas es lo que Rulfo hizo con palabras, evocar sonidos, no darlos.
Según Rulfo, cada objeto y cada ser tiene un espectro de sonridades, de lo cual yo estoy convencida, y así un GRAN compositor vino a hacer de intérprete sonoro, dando a cada palabra el sonido y el silencio preciso. Murmullos de Páramo, es entendible y bella, no como muchas obras contemporáneas solo-yo-las-entiendo-porque-soy-bien-cabrón.
Cada sonido estuvo en el lugar que debía. Sigo recordando el telón de luz neón, que después sería el marco del dramonononón. Aún hay mucho que hacer en la música, y eso me hace por demás feliz feliz como una lombriz.
Bueno ya.
El concierto de los basónicos del miércoles pasado también fue maravilloso.
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2 comentarios:
Los Babasónicos apestan, son como Parchis de los chavos despeinados de hoy en día.
¡Bueno, ya! es que ando de malas.
Gabriel!! Noooo!!! Chale. Pau, todavía hay mucho qué hacer en todo, en la música, pintura, el cine!! YEAH!!!
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